https://twitter.com/MusasyAmapolas

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7 de mayo de 2011

¿DÓNDE DUERMEN LAS MUSAS?

¿Dónde duermen las musas? Cuestión complicada de responder para algunos, sencilla para otros muchos, pero inútil o bien absurda para cierto sector. Personalmente no puedo adscribirme a ninguno de estos grupos pues no pienso que sea complicada la respuesta sino que, sería mejor decir que necesita tiempo encontrarla; tampoco me arriesgaría a afirmar que fuera una labor sencilla debido a que todo aquello que necesite tiempo no es tarea fácil en el mundo atropellado en que vivimos; y finalmente, mucho menos puedo pertenecer a un conjunto cuya opinión vaya unida a los vocablos “inútil” o “absurdo” refiriéndose a las musas o a todo aquello que las rodee. Las musas son el alma del universo, las que nos guían, inspiran y realizan la mayor parte del trabajo de los artistas por lo que nunca apoyaría dichos calificativos.

Ahora bien, aclarada mi postura acerca de la cuestión debo hacer varias puntualizaciones. ¿Dónde duermen las musas? Importante interrogación a la que me enfrento, pero tras mucho divagar y conversar con ellas, llegué a la extraordinaria conclusión de que las musas nunca duermen, tan sólo viven, existen y acompañan a todo aquel que sepa escucharlas e intente comprenderlas. Pero, si no duermen, ¿por qué los artistas sufren su ausencia en ciertas etapas? La respuesta sería que el ausente sería el artista, es él el culpable de que la relación no sea tan fluida o directa, bien porque su mente ande ocupada en otros menesteres terrenales, bien porque su cuerpo necesite un descanso. Mas las musas continúan ahí, en su lugar de siempre.

Estas maravillosas inspiradoras de arte, de vida y de emociones no sólo se encuentran en el mundo del arte, sino en todos los aspectos del universo, del cosmos, aunque sí es cierto que en dicho ámbito son capaces de alcanzar su punto álgido, es en el arte dónde llegan a lo sublime a través de las manos de los artistas que convierten las ideas en hechos, en sensaciones gracias a las cuales el espectador de su obra consigue el nexo de unión con estas divinidades. Llegados a este punto es importante aclarar que las musas acompañan tanto al artista (emisor) como al espectador (receptor), siendo esta actividad similar al proceso de la comunicación, y convirtiéndose así la obra de arte en el “mensaje” sin olvidar que las musas corresponderían en este símil más bien al concepto de “código” que al de “referente” puesto que artista y espectador deben conocer los signos y reglas que descodifiquen el mensaje aunque, en algunos casos sean las propias musas el elemento al que se refiere dicho artista.

Las musas han acompañado al hombre desde el principio de los tiempos, hecho que nos permite seguir afirmando que nunca duermen, siempre han estado ahí. Podemos constatarlo al deleitarnos observando las genuinas representaciones rupestres que nos trasladan a rituales mágicos, en el arte antiguo de grandes civilizaciones como la egipcia que con figuras hieráticas nos muestran escenas llenas de movimiento, o en obras como las de los grandes genios del Renacimiento. Siempre han estado ahí.

No obstante, en el mundo contemporáneo es el espectador quién no encuentra el mensaje de las musas. Parece que todo esta creado, y que las novedades que se presentan son ilegibles para el que observa ¿quién es el que falla?, ¿el artista que por algún motivo no es capaz de transmitir el mensaje de sus musas, o bien el receptor es el culpable al no prestar la atención necesaria? o más importante aún ¿acaso el espectador carece de formación y educación en el gusto?

Siento un dolor indescriptible cuando algún espectador emite críticas negativas hacia una obra contemporánea que no entiende, cuando sus palabras y actitudes ofenden a la creación de las musas del artista, de mis musas, de nuestras musas… Respecto a esta clase de ofensas advierto lo que alguna vez dijo un sabio: “la ignorancia es atrevida”, cita gracias a la cual lejos de verme ignorante, aprendí a preguntar antes de juzgar, el porqué, el cuándo y el cómo de toda obra, de la más sencilla a la más compleja, de la más tenebrosa a aquella que irradia luz, de la más urbana hasta la más academicista, sólo debemos conocer el “código” que nos permita descifrarlas. Dicho lo cual me permito volver a la comparación con el proceso comunicativo, si escuchamos hablar en un idioma que desconocemos no entenderemos nada, pero esto no significa que quien está hablando lo haga mal o que nos esté tomando el pelo. Simplemente no estamos usando el mismo código.

A menudo escuchamos que los artistas de hoy no son tales, que pretenden engañarnos, que lo que nos muestran carece de valor artístico, que podría hacerlo cualquiera. Pues bien, difiero de esta opinión siempre y cuando conozcamos el “código”, así como la trayectoria y la intención del artista. Sin olvidar, obviamente, que los maestros del engaño y la burla, estafadores y embusteros, acechan inevitablemente.

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